martes, 20 de noviembre de 2007

Tus preciosos dientes torcidos



Sí,
dejé de llamarte,
pero me gustabas.

De todos modos,
guardé en mi memoria
tus preciosos dientes torcidos,
tu risa nerviosa y ese flequillo desparejo,
que me siguen acompañando
cada madrugada que sobrevuelo por Plaza Italia.

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