Con tu mirada perdida
y una remera roja,
invadiste y alegraste
con total impunidad
la soleada, pero triste,
mañana del lunes
y, eso, no es tarea fácil.
Todos sabemos que los lunes son días difíciles.
Gracias por la felicidad subterránea.
y esa sonrisa
inolvidable hasta Catedral,
aunque te hayas bajado en Callao,
dejándome tan acompañado y tan sólo al mismo tiempo.
(15 de enero de 2007 – casi mediodía)
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